Dos meses de confinamiento, de parálisis casi total y de calles y plazas solitarias, pero... ¿Qué ha pasado en la viña, el monte o la campiña?
Una frase hecha que escuchamos con frecuencia abre la conversación al pie del carril de la Viña La Canariera, la naturaleza sigue su curso. Las adelfas del camino en flor, las perdices en sus anidadas y la viña “como un tiro” tras las tardías lluvias de primavera. Así,resume José Manuel Harana, Coordinar de viñas de González Byass como está el campo tras este dramático parón.
Cercanos a los 500 litros por metro cuadrado, la viña se encuentra pletórica y llena de vida, el “forraje” entre los líneos es el resultado de las copiosas lluvias de semanas atrás que ahora remata un sol intenso y una suave brisa de poniente. El ciclo de la vida sigue, con marcadas rutinas de alerta y con controles exhaustivos al personal, como cada año. Un nivel de responsabilidad que se respira en el aire y se mezcla con el alivio y la satisfacción por el devenir del año agrícola enderezado finalmente por la mano Divina.
De camino hacia la cañada que nos lleva al fondo del pago de Carrascal, conversamos con José Manuel y con Manuel Delgado , Ingeniero Agrónomo responsable de cultivos en la Casa, sobre este “frenazo” vivido que ahora parece comenzar a pasar. Faenas vitales para la buena gestión de la viña, coincidieron con los momentos más tensos de la pandemia, pero la vida sigue, el campo y sus faenas priman y la poda en verde, la castra y otros quehaceres se han llevado a cabo como cada año. Compromiso y amor al oficio sumados a la responsabilidad por la cosecha futura han podido más y la viña luce espectacular, llena de vida.
Canariera: una viña sostenible.
Veredas y “colas” menos transitadas y sobre todo el cielo limpio y azul trasladan una atmósfera especial, ya que pareciera que la naturaleza presume de belleza y muestra sus mejores galas. El cantar de las aves se mezcla con el silencio y una sonrisa se dibuja en el rostro de Juan Martín, ornitólogo y consultor ambiental gran amigo e incansable luchador por la defensa del ecosistema de Cádiz, España y el mundo. Juan transmite sereno optimismo en unos momentos difíciles y constata con ilusión cómo esta obligada parada que nos ha incitado a todos a una profunda reflexión ha influido también en el campo. Colonias de jilgueros se dejan ver en los olivos que decoran los caminos, collalbas rubias, alzacolas, zarceros o perdices acollaradas, crían en la seguridad de un entorno natural moldeado por el hombre desde hace 3000 años que representa hoy su ecosistema. Una agricultura ancestral en equilibrio donde el respeto por el medio con tratamientos inocuos hace que se dejen ver aves e invertebrados que son claros biomarcadores que nos alegran a todos la mañana.
Juan, visor en mano, constata la buena salud de una campiña salpicada de jacarandas, olivos y árboles del amor, que conforman un paisaje del que debemos sentirnos orgullosos y del que un año más y gracias al trabajo, la pasión y el saber de las gentes del campo, volverá a dar sus frutos que ya cuajan en las cepas vigorosas. Mientras todo esto pasó…la vida y la naturaleza han seguido su curso inexorable.
José Argudo.
Global Marketing Manager