Las jacarandas de la Alameda Vieja de Jerez han perdido ya casi la totalidad de sus llamativas flores azulonas que, como siempre, han decorado el marco incomparable del Salón Vinoble, que ya echó el cierre de su décima edición. Al margen de los resultados del salón y de las evidentes mejoras que precisa para su consolidación y para el afianzamiento de la gran marca que aún hoy es Vinoble, traslado unas reflexiones sobre el Jerez y lo que desde González Byass hemos llamado la #SherryRevolution. No sé si habrán sido todos o alguno se habrá despistado, pero la gran marea que mueve hoy el mundo del Jerez se ha dejado ver por el patio de San Fernando, la Mezquita o el Molino, en ese ir y venir de copas, notas de cata y botellas. Jerez ha sido el gran protagonista, es uno de los invitados del trio mágico de generosos, licorosos y dulces naturales, y casi está obligado a lucir como el que más. Las bodegas han volcado sus esfuerzos para mostrar novedades o regodearse en sus glorias más consideradas. Pero Jerez también ha triunfado en la expectación de las sesiones de catas que se colapsaban de entusiastas ávidos de seguir aupando a Jerez a la cumbre vinícola. Importantes cuestiones a debate que da la sensación que son la punta de lanza de “algo grande “. Sin duda todos los vientos nos llegan por la popa, y es el momento de aprovecharlos, es el Momento de Jerez. La tierra ha reivindicado de manera efusiva su espacio en la presente edición. Enólogos jóvenes que comienzan a construir grandes vinos desde el campo, nuevas o recuperadas varietales que buscan su sitio, misterios que continúan sin desvelarse, y siempre, y a la postre, el gran legado de estos Vinos que son Joyas. La Alta Gastronomía, en este caso de la provincia, ha puesto también su imprescindible grano de arena como el máximo valedor de nuestros vinos. En sus manos dejan los enólogos, convertidos en toreros , sus trabajos “en suerte”. Ellos tienen que lucirlos junto a las inmejorables materias primas que nos brinda “la Gran Despensa del Sur que es Cádiz “. Pero no sólo en los Jardines del Alcazar, también en la ciudad se ha respirado Vinoble durante la hora del almuerzo, y cómo no, la Restauración Jerezana ha estado más que a la altura, ofreciendo a los visitantes, muchos de ellos acreditación al cuello, lo mejor de cada casa. A destacar la Cata de Clausura que, si bien no estuvo anunciada por ser cuasi una sorpresa, puso a Jerez de nuevo en su sitio, como uno de los Grandes Vinos del Mundo, algo obvio pero que conviene recordar, máxime en citas como esta. En resumen, dos años de trabajo y de esfuerzo compartido, para que la próxima edición Jerez vuelva a ser el Rey indiscutible desde la cumbre. Por José Argudo Marketing Manager de González Byass
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