¡Cuánto encierra este refrán histórico en tierra de viñedos! Cuántas horas de trabajo de la tierra y la bodega que, por fin y siempre por San Andrés, se alían para ofrecernos lo mejor del año, el mosto-vino. ¡Cuánto encierra la cita! millones de seres vivos que han logrado el milagro de la fermentación y que marcan los aromas, la acidez y el peculiar sabor del vino niño. ¡Cuánta pasión y cuánta fe que ha esperado en el frío del acero el momento final, cuando la limpidez ha dejado paso al intenso brillo de un vaso de buen mosto! Cuántos matices en nariz, ¡parece increíble! Los levantes de agosto, las blanduras de septiembre y la albariza salobre siempre presentes, pero también, flores, levaduras y elegantes amargores en boca, nuestro mosto resume en un sorbo el devenir de la vendimia pasada. Cuánto rito marcado por un momento del año agrícola que comenzó hace apenas unos meses, las ventas se engalanan, los "mayetos" presumen de sus logros en largas conversaciones de tardes que ya refrescan y es que, San Andrés, trae también los primeros fríos a la campiña. Cuántos pueblos alegres por sus vinos que, en breve, recibirán el rocío del nuevo mosto para continuar posteriormente su noble envejecimiento en la bodega. Cuántos buenos ratos tras las banderas rojas que marcan la entrada de los carriles elegidos. Gastronomía de subsistencia que hoy resulta exquisita y que consigue que por San Andrés, miremos agradecidos al campo y a la viña. Por José Argudo, Marketing Manager de Bodegas Tio Pepe-González Byass Publicado en "Diario de Sevilla"
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